Evaristo Martínez Cortés nació en Albanchez (paraje de Arroyo Aceituno) en 1812, hijo de Joaquín Martínez Palenciano, maestro molinero, y María de las Nieves Cortés. Fue el noveno de nueve hermanos en una familia humilde dedicada al oficio de molineros.
Durante su infancia ayudó en las tareas del molino y al cuidado del ganado. Con apenas quince años decidió trasladarse a Granada para estudiar, aunque carecía de recursos. Se vio obligado a pedir limosna en la iglesia de Santa Ana, donde una familia acomodada de Montefrío lo acogió y le costeó los estudios en la Abadía del Sacromonte. Allí se licenció en 1837, celebrando su primera misa ese mismo año.
Posteriormente continuó su formación en la Universidad de Alcalá de Henares y se trasladó a Madrid, donde obtuvo una plaza de capellán en el Palacio Real. Su carrera eclesiástica se combinó con la vida pública: participó en la guerra de África (1859–1860), regresando con el grado de teniente coronel y asistiendo personalmente a la reina Isabel II.
Reconocido por su inteligencia y vocación, Evaristo Martínez Cortés se convirtió en un referente clerical de su tiempo, ejemplo de superación personal desde sus humildes orígenes hasta alcanzar puestos de relevancia en la corte y en la vida religiosa española.
Falleció en Madrid en 1890, dejando un legado de fe, servicio y compromiso con la sociedad.